- Luto para unos, aplausos
comprados para otros.
Dos hechos importantes ocurrieron la semana
pasada en La Paz. El domingo, muere
a balazos un inocente, que tuvo la mala
fortuna de estar en el lugar equivocado, en el momento equivocado. No hubo quien
impidiera que manos criminales accionaran sus armas y terminaran con su vida.
El viernes, el gobernador Carlos Mendoza rinde su informe de gobierno, en medio
de impresionante operativo de seguridad. ¿Por qué él sí y los ciudadanos no?
Son esas las grandes diferencias entre el poder y el pueblo. Esas
vallas que cerraron calles y delimitaron el acceso de unos cuantos elegidos
para acceder al Teatro de la Ciudad, muestran claramente la diferencia de
clases que ha establecido este gobierno azul de Baja California Sur, cosa que
ya se veía venir desde su llegada en septiembre del 2015, cuando el Congreso
del Estado también fue cerrado para unos cuantos exclusivos, en un lugar que se
dice es la casa del pueblo.
El actual Gobierno del Estado, conformado por una clase de
ricos y de nuevos ricos, han formado una simbiosis macabra, donde el ciudadano común no tiene cabida y es
abandonado a su suerte, dándole atole con el dedo con la creación de programas
rimbombantes, que no son más que PAN con lo mismo, porque de antemano se sabe
que no caminarán, mientras no haya gente capaz para impulsarlos y a poco más de
un año de gestión, está más que visto que los actuales no son muy capaces que
digamos.
El domingo, Ernesto Núñez murió a causa de unas balas que no
eran para él y el martes fue sepultado, acompañado solamente de sus familiares
y amigos, en la más profunda tristeza e impotencia. El viernes, Carlos Mendoza
era aplaudido y vitoreado a más no poder por sus aduladores a sueldo y sus
amigos de abolengo. Disfrutaron y convivieron, entre ricas viandas, caros vinos, risas y chascarrillos.
Contrastes de dos hechos distantes en condición y tiempo, pero cercanos en los
propósitos de las tareas de gobierno.
Desde luego, con una
marcada diferencia en el quehacer de uno y otro. Para el ciudadano común,
solamente queda la condolencia y el lamento institucional. Para el gobernante
están los reconocimientos pagados y la bendición de los poderosos. El ciudadano
de a pie, tiene como escudo su cuerpo; el gobernador usa un vehículo blindado y
tiene escoltas que lo protegen día y noche.
¿Por qué tan marcadas diferencias? Porque el gobernante llega
al cargo pensando en sentirse poderoso y servirse de ese poder para crear o
fortalecer su imperio. Poco, muy poco hacen por la gente y con eso tienen para
decir a través de los distintos medios de comunicación, que le están cumpliendo
a los ciudadanos. No sé si cumplir sea poner a la gente a esquivar balas por
todas partes o batallar para sacar lo del gasto diario o de hacer producir la
tierra o clamar por los principales satisfactores como salud, educación,
transporte, etc. en colonias marginales y comunidades rurales.
Y los contrastes entre el pueblo y el poder son muchos,
muchísimos. Pocos ciudadanos saben que los gobernantes son puestos ahí, para
administrar los recursos que aporta a través de impuestos y servicios. Los
gobernantes se aprovechan de ese desconocimiento y acumulan ese dinero como si
fuera propio y disponen de él para sus propósitos personales y los de su grupo
en el poder. El pueblo bien podría exigir que su dinero se destine a protegerlo
de las balas de la narcoguerra, pero no sucede así y por eso, posiblemente haya
más caídos, mientras los gobernantes en turno no entiendan que son empleados
del pueblo y por lo tanto, deben respondernos con hechos, no con fracesitas insulsas que
nada aportan al bienestar de la sociedad.
Ellos a lo suyo, a seguir comprando aplausos y cosechando
riqueza.
