lunes, 14 de noviembre de 2016

Contrastes pueblo y el poder






- Luto para unos, aplausos comprados para otros.








Dos hechos importantes ocurrieron la semana pasada en La Paz. El domingo, muere a balazos  un inocente, que tuvo la mala fortuna de estar en el lugar equivocado, en  el momento equivocado. No hubo quien impidiera que manos criminales accionaran sus armas y terminaran con su vida. El viernes, el gobernador Carlos Mendoza rinde su informe de gobierno, en medio de impresionante operativo de seguridad. ¿Por qué él sí y los ciudadanos no?

Son esas las grandes diferencias entre el poder y el pueblo. Esas vallas que cerraron calles y delimitaron el acceso de unos cuantos elegidos para acceder al Teatro de la Ciudad, muestran claramente la diferencia de clases que ha establecido este gobierno azul de Baja California Sur, cosa que ya se veía venir desde su llegada en septiembre del 2015, cuando el Congreso del Estado también fue cerrado para unos cuantos exclusivos, en un lugar que se dice es la casa del pueblo.

El actual Gobierno del Estado, conformado por una clase de ricos y de nuevos ricos, han formado una simbiosis macabra,  donde el ciudadano común no tiene cabida y es abandonado a su suerte, dándole atole con el dedo con la creación de programas rimbombantes, que no son más que PAN con lo mismo, porque de antemano se sabe que no caminarán, mientras no haya gente capaz para impulsarlos y a poco más de un año de gestión, está más que visto que los actuales no son muy capaces que digamos.

El domingo, Ernesto Núñez murió a causa de unas balas que no eran para él y el martes fue sepultado, acompañado solamente de sus familiares y amigos, en la más profunda tristeza e impotencia. El viernes, Carlos Mendoza era aplaudido y vitoreado a más no poder por sus aduladores a sueldo y sus amigos de abolengo. Disfrutaron y convivieron, entre ricas viandas, caros vinos, risas y chascarrillos. Contrastes de dos hechos distantes en condición y tiempo, pero cercanos en los propósitos de las tareas de gobierno.

 Desde luego, con una marcada diferencia en el quehacer de uno y otro. Para el ciudadano común, solamente queda la condolencia y el lamento institucional. Para el gobernante están los reconocimientos pagados y la bendición de los poderosos. El ciudadano de a pie, tiene como escudo su cuerpo; el gobernador usa un vehículo blindado y tiene escoltas que lo protegen día y noche.

¿Por qué tan marcadas diferencias? Porque el gobernante llega al cargo pensando en sentirse poderoso y servirse de ese poder para crear o fortalecer su imperio. Poco, muy poco hacen por la gente y con eso tienen para decir a través de los distintos medios de comunicación, que le están cumpliendo a los ciudadanos. No sé si cumplir sea poner a la gente a esquivar balas por todas partes o batallar para sacar lo del gasto diario o de hacer producir la tierra o clamar por los principales satisfactores como salud, educación, transporte, etc. en colonias marginales y comunidades rurales.

Y los contrastes entre el pueblo y el poder son muchos, muchísimos. Pocos ciudadanos saben que los gobernantes son puestos ahí, para administrar los recursos que aporta a través de impuestos y servicios. Los gobernantes se aprovechan de ese desconocimiento y acumulan ese dinero como si fuera propio y disponen de él para sus propósitos personales y los de su grupo en el poder. El pueblo bien podría exigir que su dinero se destine a protegerlo de las balas de la narcoguerra, pero no sucede así y por eso, posiblemente haya más caídos, mientras los gobernantes en turno no entiendan que son empleados del pueblo y por lo tanto, deben respondernos con hechos, no con fracesitas insulsas que nada aportan al bienestar de la sociedad.


Ellos a lo suyo, a seguir comprando aplausos y cosechando riqueza.