- ¿Dónde están las voces que para todo claman justicia?
Se cumple una semana del artero asesinato de cinco militares
en Culiacán, Sinaloa y hasta el momento no hemos escuchado las voces defensoras
de los derechos humanos, para clamar justicia y una investigación
especial al respecto. ¿Acaso los militares no son seres humanos? ¿o acaso su
condición institucional les merece morir de esa manera? Es lamentable que
tratándose de la muerte de delincuentes, si se da en un enfrentamiento con policías
o soldados, haya ciudadanos y organizaciones que exijan revisar con lupa la
actuación de las corporaciones policiacas y militares. Si es a la inversa, nada
piden. ¿De qué se trata esto, pues?
Vaya, ni siquiera los gorgoritos paceños, esos personajes que
agitan la garganta para clamar justicia por los 42 de Ayotzinapa, los
ejecutados en Tlatlaya o los muertos en Tanhuato, han alzado la voz por el
artero asesinato de cinco soldados, que, paradojas de la vida, trasladaban a un
delincuente a un hospital, tras las heridas
sufridas en un enfrentamiento. Es decir, por salvarle la vida a un hampón,
ellos perdieron la suya. Nadie de los revoltosos de siempre, se ha dignado a
decir al menos un "Amén" por las víctimas.
El problema radica, en que los ciudadanos están siendo presas
del caos ideológico que se vive actualmente, donde pareciera que golpear a las
instituciones, otorga calidad moral. Si bien los políticos se han ganado a pulso
la desconfianza ciudadana, también es cierto que existen instituciones y
servidores públicos que están desquitando con creces el sueldo que perciben y
es más, hay algunos que aportan más a la sociedad que otros y son los menos
recompensados, como los soldados y los policías, por ejemplo, que en su labor hacia los demás, va de por medio la vida.
Podríamos adentrarnos una vez más al negro historial que
personajes de las corporaciones policiacas y las fuerzas armadas, han sembrado
a su paso por las instituciones, sin embargo también sabemos que por unos pagan
todos y que si no fuera por el Ejército Mexicano y la Secretaría de Marina, la
lucha contra el narcotráfico estaría perdida y ni salgan a decir que esta guerra la
iniciaron los panistas o que los pioneros del narco fueron los priistas, porque
mientras nos enfrascamos en definir si fue primero el huevo o la gallina, la
delincuencia organizada está dejando como coladera al gobierno.
Lo que hace falta son dos cosas: primero, que los ciudadanos
superen ya la etapa de lo memes, donde la burla y el escarnio hacia las
instituciones pareciera ser la única forma de libre expresión, pero que solamente
fortalece la mediocridad social, de la que se alimenta la narcoviolencia. Es válida la crítica con razonamiento y propuesta. Segundo, que los gobiernos apliquen los recursos que se requieren para dar
mayor protección a los policías y militares y que la prevención de la violencia
y la drogadicción, sea en la realidad y no en el discurso.
Sobre este último punto, es pertinente aclarar que en
sectores institucionales como el social, salud, educación, seguridad,
asistencial, entre otros, existen excelentes elementos y proyectos de mucha
calidad, pero esos potenciales no logran aprovecharse porque el dinero no
alcanza y la muestra es la serie de recortes que se darán al presupuesto federal
del 2017. Otro problema es que ese recurso empieza a liberarse en el segundo
semestre de cada año y como a veces no se alcanzan a ejecutarse por la premura
del tiempo ante el cierre de ejercicio, se tienen que regresar a la federación.
Mi propuesta es, que si los recursos no alcanzan, entonces
que se eche mano del dinero que se destina a los partidos políticos y a los
organismos electorales, porque según esto, se aplican recursos públicos para
evitar que el dinero mal habido se infiltre en las elecciones, pero está bien
visto que eso no se ha podido evitar.
El gobierno federal y los estados, deben dejar de gastar
tanto en el aparato electoral, porque es demasiado lo que se destina a procesos
electorales y lo que es peor, en sueldos de vividores y zánganos de los partidos
políticos, que se la pasan como reyes incrustados en las siglas del color que
sean, defendiendo no al pueblo, que es el que les paga, sino a sus
incondicionales para tratar de perpetuarse en el poder.
Por ejemplo, en 2017 el Instituto Nacional Electoral (antes
IFE) tendrá un presupuesto de 11 mil 232 millones de pesos. Ufff!!, ni siquiera
alcanza uno a imaginar lo que se podría hacer con al menos la mitad de ese
dineral. Y para los partidos políticos se destinarán 4 mil 138 millones de
pesos. ¡Imagínese! cuántos programas de prevención, de atención a la salud
mental, de encauzamiento y apoyo de estudiantes, así como becas de excelencia,
entre otros respaldos, se podrían operar con ese dinero.
También se debe recortar la burocracia legislativa y aprovechar ese dinero para la prevención de la violencia y la delincuencia. Por ejemplo, eso de los diputados plurinominales ya es una vil vacilada, porque la representación de las minorías ha perdido sentido, cuando los menores terminan aliándose con los mayores y todo se convierte en un jugoso negocio de unos cuantos, con el dinero del pueblo.
No existe punto de comparación entre la labor de un buen soldado
o un buen policía, con la de un político. Es más, compararlos hasta suena
a ofensa.
