miércoles, 5 de octubre de 2016

Ni un "Amén" por los soldados masacrados





- ¿Dónde están las voces que para todo claman justicia?

Se cumple una semana del artero asesinato de cinco militares en Culiacán, Sinaloa y hasta el momento no hemos escuchado las voces defensoras de los derechos humanos,  para clamar justicia y una investigación especial al respecto. ¿Acaso los militares no son seres humanos? ¿o acaso su condición institucional les merece morir de esa manera? Es lamentable que tratándose de la muerte de delincuentes, si se da en un enfrentamiento con policías o soldados, haya ciudadanos y organizaciones que exijan revisar con lupa la actuación de las corporaciones policiacas y militares. Si es a la inversa, nada piden. ¿De qué se trata esto, pues?

Vaya, ni siquiera los gorgoritos paceños, esos personajes que agitan la garganta para clamar justicia por los 42 de Ayotzinapa, los ejecutados en Tlatlaya o los muertos en Tanhuato, han alzado la voz por el artero asesinato de cinco soldados, que, paradojas de la vida, trasladaban a un delincuente a un hospital, tras las heridas sufridas en un enfrentamiento. Es decir, por salvarle la vida a un hampón, ellos perdieron la suya. Nadie de los revoltosos de siempre, se ha dignado a decir al menos un "Amén" por las víctimas.

El problema radica, en que los ciudadanos están siendo presas del caos ideológico que se vive actualmente, donde pareciera que golpear a las instituciones, otorga calidad moral. Si bien los políticos se han ganado a pulso la desconfianza ciudadana, también es cierto que existen instituciones y servidores públicos que están desquitando con creces el sueldo que perciben y es más, hay algunos que aportan más a la sociedad que otros y son los menos recompensados, como los soldados y los policías, por ejemplo, que en su labor hacia los demás, va de por medio la vida.

Podríamos adentrarnos una vez más al negro historial que personajes de las corporaciones policiacas y las fuerzas armadas, han sembrado a su paso por las instituciones, sin embargo también sabemos que por unos pagan todos y que si no fuera por el Ejército Mexicano y la Secretaría de Marina, la lucha contra el narcotráfico estaría perdida y ni salgan a decir que esta guerra la iniciaron los panistas o que los pioneros del narco fueron los priistas, porque mientras nos enfrascamos en definir si fue primero el huevo o la gallina, la delincuencia organizada está dejando como coladera al gobierno.

Lo que hace falta son dos cosas: primero, que los ciudadanos superen ya la etapa de lo memes, donde la burla y el escarnio hacia las instituciones pareciera ser la única forma de libre expresión, pero que solamente fortalece la mediocridad social, de la que se alimenta la narcoviolencia. Es válida la crítica con razonamiento y propuesta. Segundo, que los gobiernos apliquen los recursos que se requieren para dar mayor protección a los policías y militares y que la prevención de la violencia y la drogadicción, sea en la realidad y no en el discurso.

Sobre este último punto, es pertinente aclarar que en sectores institucionales como el social, salud, educación, seguridad, asistencial, entre otros, existen excelentes elementos y proyectos de mucha calidad, pero esos potenciales no logran aprovecharse porque el dinero no alcanza y la muestra es la serie de recortes que se darán al presupuesto federal del 2017. Otro problema es que ese recurso empieza a liberarse en el segundo semestre de cada año y como a veces no se alcanzan a ejecutarse por la premura del tiempo ante el cierre de ejercicio, se tienen que regresar a la federación.

Mi propuesta es, que si los recursos no alcanzan, entonces que se eche mano del dinero que se destina a los partidos políticos y a los organismos electorales, porque según esto, se aplican recursos públicos para evitar que el dinero mal habido se infiltre en las elecciones, pero está bien visto que eso no se ha podido evitar. 

El gobierno federal y los estados, deben dejar de gastar tanto en el aparato electoral, porque es demasiado lo que se destina a procesos electorales y lo que es peor, en sueldos de vividores y zánganos de los partidos políticos, que se la pasan como reyes incrustados en las siglas del color que sean, defendiendo no al pueblo, que es el que les paga, sino a sus incondicionales para tratar de perpetuarse en el poder.

Por ejemplo, en 2017 el Instituto Nacional Electoral (antes IFE) tendrá un presupuesto de 11 mil 232 millones de pesos. Ufff!!, ni siquiera alcanza uno a imaginar lo que se podría hacer con al menos la mitad de ese dineral. Y para los partidos políticos se destinarán 4 mil 138 millones de pesos. ¡Imagínese! cuántos programas de prevención, de atención a la salud mental, de encauzamiento y apoyo de estudiantes, así como becas de excelencia, entre otros respaldos, se podrían operar con ese dinero.

También se debe recortar la burocracia legislativa y aprovechar ese dinero para la prevención de la violencia y la delincuencia. Por ejemplo, eso de los diputados plurinominales ya es una vil vacilada, porque  la representación de las minorías ha perdido sentido, cuando los menores terminan aliándose con los mayores y todo se convierte en un jugoso negocio de unos cuantos, con el dinero del pueblo.

No existe punto de comparación entre la labor de un buen soldado o un buen policía, con la de un político. Es más, compararlos hasta suena a ofensa.