jueves, 24 de noviembre de 2011

Una Porquería de Congreso

De acuerdo al diccionario de la Real Academia Española, la palabra “Porquería” significa “suciedad, inmundicia, basura” o también “cosa rota, que no desempeña su función como debiera”. Cualquiera de los dos casos, le quedan como anillo al dedo a la actual legislatura local, que a escasos ocho meses de haber iniciado funciones, sus integrantes ya sacaron a relucir sus garras y a lamerse el hocico, fiel reflejo de las aviesas intenciones que los condujeron a ser candidatos por sus partidos para buscar ese espacio: el poder y el dinero.
Aunque ya casi por tradición, cada legislatura que llega va ocupando el nada digno distintivo de ser peor que la anterior, la realidad es que nunca se había visto un pleno de diputados enfrascados en forma tan vil y descarada por obtener los mayores beneficios económicos y eso que éstos tendrán cuatro años y medio para cometer su fechoría. O sea, no se han preocupado ni siquiera por guardar las apariencias y es tal su desesperación, que poco les ha importado lo que diga el electorado, ya que están dispuestos a recibir los señalamientos de forma que sea, con tal de participar en la danza de los millones que representa gestionar, culpar, tranzar, cochupear y todo aquello que les pueda generar magníficos dividendos del presupuesto...o de los créditos que se consigan.
Pero decimos que el Congreso del Estado se ha convertido en una porquería, porque contiene pura basura legislativa, ya que lejos de entrarle a los asuntos fundamentales del Estado, los 21 diputados se la pasan leyendo biografías y textos del Internet, con tal de justificar su paga. Otros quieren imponer su insana voluntad, como Omar Antonio Zavala, Ramón Alvarado y Juan Alberto Valdivia y están los que de plano hacen sus berrinches, como Jisela Paes (sic) y Carlos Castro, pero también están los que ni siquiera saben qué hacer, como Gil Cueva Tabardillo y Axxel Sotelo, aunque claro que no faltan los que nadan de a muertito, como Guadalupe Olay, Juan Domingo Carballo, Salvador Verdugo, Sergio Barrón, Edith Aguilar, Dora Elda Oropeza y otros que ni al caso mencionarlos.
Estas personas, los diputados, que debieran ser los representantes del pueblo, ya llevan dos días que no realizan la sesión ordinaria que establece la Ley Orgánica del Congreso y con eso están cometiendo un ilícito y por lo tanto, no están funcionando para la tarea que tienen encomendada y la relación está rota al interior del pleno, por lo cual, ciñéndonos a los que dice la Real Academia de la Lengua Española, nuestros legisladores son una porquería.
Y es que eso de no ir a trabajar y no ponerse de acuerdo por el asunto de unos millonarios créditos para endeudar por 30 años a los Ayuntamientos de Los Cabos y La Paz, está como de locos. Los panistas no quieren aprobar los endeudamientos y los del PRD y el PRI andan desesperados por esa lana, puesto que corresponden a los gobiernos municipales que estos partidos gobiernan. O sea, más claro ni el agua, un interés económico particular, llevado a la arena política para presionar de uno y otro lado, a fin de obtener el mayor dividendo posible en lo personal, que les pueda engordar la chequera o catapultar hacia otro cargo en la administración pública.
Pero eso sí, todos se envuelven en la bandera de que “su sacrificio es por los ciudadanos”. Los que quieren los créditos, para poder hacer obras y acciones en beneficio de la gente; los que no quieren, para evitar el endeudamiento de las administraciones municipales, de por sí ahorcadas con tantos compromisos económicos. Y así, el poder legislativo, que debiera ser la voz de los ciudadanos, se ha convertido en el gruñido del lobo hambriento que todo diputado lleva dentro.